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Poemas visuales con prótesis
LAURA JURADO


Su arte es el de un inventor no sólo de piezas, sino de historias. De vidas diseñadas sobre un enjambre de personajes que no son más que una disección múltiple de sí mismo. El contenido de una compleja y completa exposición con la que retoma su carrera artística de la mano de la galería Fran Reus. Su título, Meditecráneo. En un rincón de la sala se esconden las bambalinas de Planas. El centenar de piezas creadas para la muestra que no verá la luz. Han sido más de dos años de trabajo hasta dar forma a lo que el artista mallorquín concibe como una representación. En Meditecráneo se diluyen la pintura informalista de otro tiempo y la abstracción geométrica ya dominada. “Esos trabajos son algo más racional y meditado. Tienes que visualizar la obra a priori, aquí fluye y nace de ti de forma espontánea. No sabes dónde va a desembocar”, afirma.

Su exposición es un desgarro, un abrir en canal el yo del autor. Tan violento y sincopado como el vídeo que presenta, y que le lanza por primera vez a la pantalla. La crudeza real de un quirófano y las operaciones que conectan con su serie de Las tentaciones de Santa Águeda. Un reguero de vitrinas recorre la galería Fran Reus con envases de sus collages tridimensionales. Una suerte de poemas visuales con prótesis de silicona desprendidas de pechos reales. No hay crítica, sino un objeto excusa para crear alrededor toda una historia. Una vida inventada que traduce en una escenografía de objet trouvé. Un toro de Osborne clavado sobre la silicona y una corona de flores apoyada en un costado. Es el retrato de su mujer falseada: una prostituta de la Nacional II que murió en un accidente de coche.


Devorando una pared blanca, se multiplican los collages de pintura y revista. Los cráneos con los que Andrés Planas bautiza parte de esta muestra. Sus siluetas se dibujan de frente y de perfil en una serie infinita. “El cráneo como contenedor del ser”, explica. Seres diferenciados que son sus propias vivencias divididas en multitud de personajes.

También aquí está el Mediterráneo con el que reinicia su trayectoria. “En el expresionismo colorista, la cultura mediterránea. De lejos, sin verlos, parecen casi pop art”, señala. Es sólo antes de que la paleta se vuelva agresiva. Y ganen terreno los rojos sangre, los negros enlutados y el amarillo hiel. ¿Ha sacado Andrés Planas sus fantasmas? “Sólo aquí”, apunta, y su dedo mira directo a los cuadros de Sotanas.

“Es la única parte crítica de la exposición”, aclara. “El reflejo de los oscuros años 60 en un colegio de curas”, relata. Una venganza contra la opresión, contra el silencio, la doctrina. y, de nuevo, la pintura se estampa sobre un fondo de fotografía para traducirse en manchas que crean figuras fantasmagóricas. Sin definir. Escondidos en el anonimato del horror. “Es mi exposición más completa”, asegura el creador mientras recuerda aquélla otra que le presentó en Palma en 1989. Unos siniestros souvenirs cierran esta exhibición artística con más de un centenar de piezas. Son sus muñecos horripilantes. Los fetos de piel o barro cocido dispuestos en botes de formol para el oscuro recuerdo.