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Simbología de los sueños
JESÚS PALACIOS

Conocí a Andrés Planas cuando el siglo de la abstracción se precipitaba en la nueva centuria de la realidad virtual y de los clones. Compartía él por entonces despacho con José María Stampa Braun, el último gigante de la oratoria clásica y de los grandes del foro y la declamación. Su proyección prioritaria estaba volcada sobre el ejercicio del Derecho y yo en mis ensayos e investigaciones históricas de la época contemporánea. En aquel instante, la pintura representaba para Andrés Planas una fuga de expansión mística frente al encorsetamiento y la rigidez formalista de los códigos legales. El artista creativo siempre se debate en su propia encrucijada y, en su caso, le llegó el momento de colgar la toga y sentir la pulsión plena de la espátula y los pinceles para conformar su ideario estético personalista.

Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación, dice que el fin de las artes es la representación de la Idea de la humanidad; esto es, la materialización que el artista funde frente a su propia temporalidad inicial. Concreción de la Idea como fenomenología espacial de un entorno de realidades. Y por encima de todo el factor humano desarrollado en su estado contemplativo, que provoca una meditación dual, consciente e inconsciente, de nuestra íntima esencia. Eso nos conduce a la creación pictórica, que en su máxima expresión del alma viva, alma intuitiva que supera el razonamiento de la voluntad, proyecta su propia individualidad a carácter de universalidad. Así es la pintura de Andres Planas, una obra creativa e innovadora, inmersa en la simbología de los sueños como origen y destino de placer.